Un trabajo crítico desde el corazón mismo de la escritura, algo que muy pocos pueden hacer. El crítico es un lector ideal, más atento tal vez, y que se ofrece a actuar de intermediario elocuente entre el autor y otros posibles lectores. Pero además, la escritura se origina en la lectura, se escribe porque otros antes que nosotros han escrito, y se lee porque otros antes que nosotros han leído. Lectura y escritura constituyen un proceso continuo y creador. El título informa sobre el análisis y maduración para la expresión de la opinión crítica. Si se lee con la pluma en la mano, y se sigue el texto a través de las páginas, de las frases, de las palabras, podemos recobrar el movimiento propio de la escritura, que no obedece a ninguna idea preconcebida, ni a una preocupación por el equilibrio cuidadosamente estudiado, sino a un impulso misterioso, inaprensible. El secreto de la escritura se halla en su automatismo, incluso cuando el autor cree dominarlo.

La enigmática resurrección de un olvidado enfrentamiento entre dos grandes potencias en decadencia, sirve a Julien Gracq para hilvanar un texto de atmósfera misteriosa y desasosegante que rinde al lector ante el poder de evocación de sus palabras

En el castillo de Argol es un particular homenaje que Julien Gracq rinde a la novela gótica y al Parsifal de Wagner, considerado por el autor como una indagación en la parte demoníaca que tiene todo mito de redención, en la doble naturaleza de todo salvador: "Seréis como dioses, conocedores del bien y del mal". Así, rodeado por tormentas, mares amenazadores y bosques siniestros, Albert, último heredero de una familia noble, llega a su casa solariega de Argol, en la inhóspita Bretaña. Su retiro espiritual se verá pronto roto por la llegada de Herminien, su mejor amigo, y de una extraña muchacha llamada Heide, poseedora de una belleza tal que "antes incluso de que fuera percibida, era sentida como única". El triángulo amoroso está formado y el escenario dispuesto para un intenso drama. "Julien Gracq es el mejor escritor francés vivo. Domina las letras francesas desde hace cincuenta años." MICHEL TOURNIER

Condensación de una vida, una obra y un destino, Las aguas estrechas de Julien Gracq (1910) se inspira en la excursión predilecta de la infancia, la navegación que sigue el curso del Èvre, para relatar el diálogo permanente entre la realidad y el arte, en el que se basa su proyecto de escritor. Marcado por el signo inequívoco de la afectividad, este recorrido iniciático reúne todos aquellos elementos que han marcado la singularidad literaria del autor: desde las primeras lecturas (Verne, Poe, Stendhal, Balzac) a los descubrimientos posteriores (Nerval, Rimbaud, Proust, Breton) en una continua fusión con las impresiones visuales y acústicas del paisaje atravesado. Esta escritura que adopta la forma del itinerario personal incluye a su vez una teoría de la ensoñación creadora y una poética de la lectura, que traducen el lúcido punto de vista sobre la literatura de uno de los grandes escritores de nuestra época.

"Una obra maestra, una novela única y un texto de belleza incomparable" (José Maríe Guelbenzu en "El País"). "Una de las novelas más perfectas de nuestro siglo" (Rafael Conte en "Abc"). Con estos términos ha sido saludada la recuperación de este título capital de Julien Gracq, deslumbrante fábula alegórica que desenmascara los resortes ocultos que acechan detrás de la maquinaria del poder estatal.